30. Osvaldo Alexis Contreras Hidalgo

Relato basado en el testimonio de su madre Dominica

Osvaldo Alexis Contreras Hidalgo

Osvaldo Alexis Contreras Hidalgo

Yo fui harto sufrida y castigada cuando niña, por eso mismo me arranqué de
la casa. No fui criada con mis padres sino con unos tíos. Ellos me ayudaban, pero me
castigaban harto. Ni siquiera pude terminar el estudio porque a una la mandaban a
trabajar. Trabajé hartos años vendiendo cosas por las calles, ya que mi padrastro hacía
marcos para espejos. Me mandaba a trabajar y por eso siempre les dije a mis hijos
que le dieran gracias a Dios que nunca tuvieron que salir a trabajar para comprar los
cuadernos de sus estudios. O un libro, o un lápiz. Les digo a los míos que conozco todo,
porque para dónde no caminaba, empezábamos a marchar a las cinco de la mañana y
nos volvíamos a la una de la noche. Todo el día andando. Y gracias a Dios, no sé qué
cara me hallaría la gente que me daban su platito de comida o una taza de agua caliente.
Me preguntaban: “¿De dónde es usted hija que anda tan entumida y así vendiendo
solita?” Y les decía que mi padrastro nos mandaba a trabajar a todas.
Me fui de la casa, porque los padres de antes no eran iguales a los de ahora.
Y los padrastros son peores. Eso le conversaba siempre a los míos, que dieran gracias
a Dios que nunca les había levantado la mano, que los aconsejaba no más. Mi marido
Osvaldo lo mismo. Con él siempre vivimos juntos. Pero somos casados desde hace ocho
años, aunque me quedé a vivir con él desde que tuve a mi hijo mayor, José Alejandro.
Comencé con este ataque de trauma desde que una niñita se me murió en el río
por salvar al hijo mayor. Se llamaba Solita y tenía un año cinco meses cuando se murió.
Por salvar a José, del río Laja, que pasa aquí cerca de mi casa. Ese niñito casi se me
ahogó porque era porfiado, yo no quería ir al río y él insistía que quería ir, porque como
le habíamos comprado una pelota de playa, quería llevarla. Y empezó con que fuéramos
al río, porque vio como mi cuñada salió con todos sus hijos y lloraba porque quería ir
también. Yo le decía que andaba enferma y no quería mojarme. Hasta unos palmazos le
di, pero no se calmó, así es que lo llevé y fuimos con la Solita.
Le decía al José que no se metiera a lo hondo con la pelota, pero se le fue por la
corriente y él iba detrás de ella, derecho a lo más profundo. Fui a sacarlo. A la niña la
dejé sentada en la playa, en un chal, pero cuando me volví con el José, ella ya no estaba.
Estaban las cosas no más. Me decían que una pareja que estaba pololeando la encontró
por allá en el sector de La Isla, dicen que la niña iba boca abajo, que ya iba ahogada. Yo
creo que los nervios, no sé… partí para allá corriendo, pero no alcancé a llegar donde la
pareja que tenía a la niña. Caí allí por los nervios, me dio un ataque.
Llamaron a una ambulancia y me tuvieron que llevar a la niña y a mí al hospital.
Ya no me acuerdo mucho de eso.
Después el doctor me decía que a lo mejor, al tener otro hijo se me podían
quitar esos problemas, “Dominica, tú piensas mucho en esa niña, con todos esos nervios quedaste traumada, así es que pienso que al tener otro hijo se te va a quitar”. No quería tener otra guagua. Él me decía que al sacarme el tratamiento podría quedar
embarazada. Le conversé a mi marido y luego quedé esperando al Osvaldo, el menor.
Pero los ataques no se me quitaron, porque cuando nació estuve como dos días sin
reacción. No reconocí a mi hijo, lo vine a conocer después y por suerte que había hartas
mamás que le daban de mamar y me lo cuidaban.
Nació súper gordito y grande. Midió cincuenta y dos centímetros, pesó más de
tres kilos y medio. El embarazo no fue muy bueno, pero me cuidaba y fue mejor que el
de la Solita.
De niño, Osvaldo era súper tranquilo y calmado. Podían estar todo el invierno
viendo tele. Le gustaba jugar a la pelota con mi hijo mayor, José. Mis chiquillos son
tranquilos y me los querían aquí en la población, porque son respetuosos con toda
la gente, no son groseros, nunca me han dado quejas de ellos. Siempre me dicen en
la población “da gracias a Dios, Flaca, porque tus hijos son como unos reyes”. Les
digo que uno tiene que aconsejar a sus hijos desde chicos. Y ahí los hijos tienen que ir
aprendiendo, porque no creo que con puro castigo iban a hacer caso como era antes.
Osvaldo estaba estudiando cuando lo mandaron a buscar del regimiento. Iba
en cuarto en el Liceo Héroes de la Concepción de Laja. Seguía electricidad. Llegó
desesperado avisándome que tenía que irse. José había hecho el regimiento en Los
Ángeles también y el menor quería seguir sus pasos.
Así es que Osvaldo llegó a darme el aviso, me dijo:
-Mamá, mamá, sabís que pasamos con un compañero a ver la lista y aparecimos
ahí. Nos vamos, así es que tenís que ir a hablar con el profesor, porque no podremos
seguir estudiando.
-¿Tan rápido te llamaron?
Me dijo que sí, que fuéramos a ver la lista juntos y ahí estaba su nombre. Así
es que tuve que avisarle al profesor que el Osvaldo no iba a estudiar más, pero él me
dijo que no lo iba a borrar de la lista de clases, porque no creía que lo fueran a dejar
en el regimiento, ya que era muy nervioso. Es que tenía como un tic y andaba a veces
con la vista media rara. Todos me decían que por ese problema no lo iban a dejar en
el regimiento. Pero era más alto que el mayor y como era maceteadito, entonces más
bien lo dejaron adentro. Yo no quería que hiciera el servicio, como me decían que él era
medio nervioso y tenía su problema, pensaba en que ojalá no me lo dejaran.
El último día que estuvimos compartiendo con él fue para su cumpleaños,
porque era el 9 de abril y el mío el primero y siempre lo celebrábamos los dos juntos.
Le dije a mi marido que mi chiquillo no iba a poder venir para acá, y no se le iba a poder
hacer una comida para su cumpleaños, así es que quería comprarle una torta chica y
una bebida para compartirla en el regimiento. Mi marido no podía ir. Fui sola y ese día
estuve toda la tarde con él compartiendo. Fue como una despedida que le di a mi hijo,
porque después no pude ir a verlo.
Los otros días lo vieron su papá y su hermano. Dicen que el Osvaldo estaba
contento, porque era la primera vez que iba para la cordillera y no conocía la nieve. Iba
feliz a conocerla.
Después sólo me acuerdo cuando supimos del aviso no más. Como no veo tele,
novelas ni nada y no escucho música, sólo algunos CD evangélicos que me venden los
hermanos, fueron las vecinas que me vinieron a avisar lo que pasaba, pero yo pensaba
que no era verdad.
-Flaca, Flaca, ¿no tenís la tele prendida?
-No, porque estoy haciendo mis cosas.
-Sabes que salió en la tele un aviso de un accidente y el Osvaldo es el primero
que salió nombrado en una lista.
-No creo, debe ser un alcance de nombre o apellido.
-No Flaca, si fue tu hijo, tu hijo.
Y después llegó otra señora con lo mismo. Y yo no hallaba qué hacer, porque
como estaba sola aquí, nerviosa, fui a consultar a carabineros, una señora me acompañó y ahí me dijeron que era cierto. Me dio un ataque altiro y me llevaron para el hospital.
El mayor de mis hijos fue a ver a su hermano, se enfermó harto de los nervios
y lloró, porque eran unidos, andaban a besos y abrazos, no peleaban nunca. Se echaban
de menos ligerito, si no estaban juntos, andaban por ahí buscándose. No se hallaban
solos.
Llegó mi hijo mayor llorando y ahí fuimos para Los Ángeles. No nos querían
entregar el cuerpo tampoco, querían dejarlo allá. Mi marido y mi cuñado empezaron a
reclamarlo, les decíamos que porqué no lo iban a entregar, si queríamos sepultarlo acá
en Laja.
Mi marido, como nos entregaron el cuerpo después, quiso venirse altiro para
arreglar todo. Lo velamos en la casa. Laja estaba todo iluminado, con flores y velas,
los jóvenes le arreglaron la calle y sus compañeros vinieron aquí. Yo estaba tan mal,
que me daban puros calmantes y no podía hacer nada, porque tenía mis ataques a cada
rato.
En la población me dicen: “Tenís que echarlo de menos Flaca, porque antes
salías siempre con él y ahora no podís, porque no está y él te acompañaba para todos
los lados”. A mí me gustaba ir a hacer las compras a Los Ángeles con mi hijo, se iba
altiro conmigo, no me dejaba sola. Las vecinas me molestaban: “Ahí va el ternerito
pegado a su vaca”. Y yo les respondía que me lo dejaran tranquilo para que engordara
harto tomando leche. Es que siempre fue apegado a mí. Yo digo que será por eso que me vienen ahora más fuertes los ataques y en vez de pasarse con los años, me dan cada vez más, me llevan al hospital sin que a veces me dé cuenta y puedo pasarme el día entero sin comer. Ahora fui a ver a un naturista y me dice que no es trauma lo que tengo, sino que depresión. Yo digo que será por el caso de mi hijo que ahora estoy así, no lo sé.

Un comentario en “30. Osvaldo Alexis Contreras Hidalgo

  1. mi respetada señora, madre de Osvaldo, quiero compartir sentidamente su dolor por la perdida de su hijo, Mi nombre es Pilar Veiga ,soy médico y quisiera decirle que fuimos con mi familia a la laguna del Laja estas vacaciones y estuve al lado de la animita de su hijo, y queria darle un mensaje..
    Me gustaria comunicarme con usted en forma personal si es que le parece.le dejo mis datos.
    celular 998220017.
    creo que la reconfortara
    mis sinceros saludos
    Pilar

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