Testimonios Judiciales

Esta página incluye fragmentos de los testimonios judiciales, publicados íntegramente en el libro «Antuco, 45 voces de una tragedia»

“Como a eso de las 16:00 horas (martes 17), dos camiones, más una camioneta con personal enfermo, salieron hacia la misma dirección, pero quedaron atrapados al cruzar un río que estaba cubierto de nieve, por lo que debieron dejarlos abandonados en ese lugar y sus ocupantes regresaron al refugio, quienes informaron a mi mayor Cereceda de lo sucedido […]. Mi sargento segundo Tolosa, instructor de montaña, tuvo un intercambio de palabras con mi mayor Cereceda, porque ahí mi sargento Tolosa le hizo presente que bajo esas condiciones atmosféricas era imposible marchar, pero mi mayor Cereceda en forma enérgica le dijo que era un alarmista”. Cristian Robledo, cabo, Compañía Morteros

“Luego de marchar más de un kilómetro me di cuenta que toda la ropa que teníamos no era impermeable ya que al cruzar un río nos mojamos enteros”. Mauricio Carrasco, soldado conscripto, Compañía Morteros

“Nos reunimos todos los instructores de la Compañía Andina con mi capitán Gutiérrez, y le hicimos presente que el tiempo no estaba apto para marchar y que el equipo que llevarían los soldados para la marcha era muy pesado, unos treinta kilos aproximadamente, considerando que los soldados nunca antes habían marchado. Mi capitán Gutiérrez respondió que los soldados debían marchar igual ya que los soldados iban a aguantar […] yo le hice presente a mi teniente Durán que muchos soldados no habían alcanzado a secar su ropa, y por lo tanto iban a iniciar la marcha mojados, lo que no corresponde por ser una regla básica de marcha en montaña, pero no me respondió nada”. Claudio Reyes, cabo, Compañía Andina

“Agaché la cabeza para no ver nada más y seguí caminando; no dándome cuenta cuando mis propios compañeros caían, porque lo único que quería era llegar con vida, además, yo no podía hacer nada, porque el viento blanco era muy fuerte que congelaba la ropa”. José Rosales, soldado conscripto, Compañía Andina

“Cuando llegamos al sector que creo se llama Angostura y que se ubica a una distancia aproximada de dos kilómetros antes de llegar al sector llamado El Huevo, a unos ocho kilómetros de La Cortina y a una distancia de quince o dieciocho kilómetros de Los Barros, las condiciones climáticas variaron ostensiblemente de las que vivimos en Las Piedras Contadoras, ya que había fuerte viento blanco. En este trayecto entre Las Piedras Contadoras y El Huevo, hubo dos o tres claros en el cielo, es decir, se despejó en forma parcial, se veía algo de sol. Este viento blanco nos azotó desde el frente, es decir, en la dirección que avanzábamos hacia La Cortina, y también nos golpeó desde nuestro flanco izquierdo, esto es, desde el volcán Antuco hacia la laguna del Laja. Esto ocurrió aproximadamente a las 10:30 o 10:40 horas.

Con respecto a las telecomunicaciones debo manifestar que no logré mantener un contacto radial con el refugio Los Barros, pese a reiterados intentos que efectué durante el desarrollo de la marcha y que también fueron infructuosos cuando se vivía el fenómeno de viento blanco. Sólo logré comunicarme con Los Barros a eso de las 11:15 horas, oportunidad en la que informé que me encontraba con soldados con hipotermia avanzada, por lo que me comunicaron con el enfermero que estaba en Los Barros, quien me dio orientaciones de primeros auxilios, los que en todo caso, ya se habían efectuado a los soldados. Yo, lisa y llanamente estaba solicitando ayuda, que me sacaran, que si se comunicaban con la Compañía Andina que se devuelva, que no marche, que me encontraba a ocho kilómetros de La Cortina, que se comuniquen con el regimiento y que alguien nos auxilie. Cabe destacar que a ese instante, en que logramos la comunicación, ya habíamos arrastrado en una “camilla de circunstancias” al soldado conscripto Hernández, desde aproximadamente dos kilómetros antes, o atrás del sector de El Huevo […].

Al momento de iniciarse la marcha, nadie me representó a mí o a mi mayor Cereceda la inconveniencia de efectuar esta marcha el día 18 de mayo. Tampoco nadie me planteó la posibilidad de devolvernos cuando estábamos en el sector del estero El Volcán, y reitero que mi compañía cruzó dicho estero sin novedad, aunque varios nos mojamos hasta los tobillos, no recuerdo el número exacto, pero debió ser como la mitad del personal de la compañía o quizás un poco más […].

No se me instruyó respecto a qué hacer en caso de alguna emergencia como la que vivimos, y debo manifestar que mi experiencias en marchas en montaña o en terrenos nevados, era la primera vez que me correspondía hacerlo, y estar al mando de una compañía bajo estas condiciones. Por consiguiente yo me nutría de la información y de los antecedentes que me daban los instructores que estaban bajo mi mando”. Capitán Carlos Olivares, Comandante Compañía Morteros 

“Tengo la especialidad secundaria de instructor militar de montaña, escalador de combate especializado, esquiador de combate especializado, cazador andino, instructor militar de educación física, intérprete en idioma inglés, graduado del curso junior command and staff del ejército canadiense […].

Dispuse que efectivos del primer pelotón concurrieran al mando del teniente Daniel Durán al sector de la cancha de obstáculos a las 6:15 horas, con el objeto de traer una carpa casino que estaba en el terreno. Este personal regresó al cuartel a las 7:10 horas, simultáneamente ordené a efectivos del segundo pelotón que concurriesen al sector del Cajón de Los Vientos para recuperar material de guerra que se encontraba embarcado en dos camiones Mercedes Benz 1017, los cuales se encontraban empantanados en el terreno. Este personal regresó a las 7:25 horas.

Una vez que tuve conocimiento del retorno de estas dos unidades reformulé mi orden de marcha para que los soldados que habían concurrido a esta actividad tuviese suficiente tiempo para secar su ropa. La compañía tomó desayuno en forma normal a las 8:10 horas, y luego continuaron las actividades de alistamiento hasta las 8:10 horas […].

Posteriormente, le di cuenta al comandante del batallón, mi mayor Cereceda, el cual realizó una arenga a los soldados, y después de despedirnos me ordenó comenzar la marcha. Cabe considerar que en ningún momento se analizó o se discutió lo poco adecuado de no iniciar la marcha, especialmente, porque el día anterior habían marchado sin novedad, otras dos compañías, la de plana mayor y de cazadores.

Las condiciones climáticas en el exterior del refugio Los Barros era de siete octas, es decir, estaba nublado, pero no era crítica la situación y se encontraba nevando sin viento, por lo que estimé que las condiciones no eran las óptimas pero tampoco revestían una mayor complicación para el desarrollo de la marcha. Transcurridos aproximadamente ochocientos metros desde la salida del cuartel, la compañía marchaba en hilera simple cuando nos encontramos con el estero El Volcán. Ese lugar, dada su ubicación geográfica recibe el nombre de Cajón de Los Vientos. Después de aproximadamente diez minutos busqué personalmente un vado para cruzar el estero, como no encontré ninguno, me metí al agua y ordené a los clases que me seguían armasen un medio de paso de circunstancia. Personalmente controlé el paso de toda la unidad fundamental, por lo que me consta que 9 clases y 4 soldados conscriptos se mojaron las botas. En ese lugar el cabo primero Cristian Lagos, me manifestó sus aprehensiones sobre continuar la marcha, por existir mucho viento blanco en ese lugar, pero ese sitio no es el correcto para tomar la medición. Después de un análisis realizado con el mencionado clase, quien es después de mí, el más experimentado en actividades de montaña, decidimos seguir hasta el sector conocido como las Piedras Contadoras, y en ese lugar reevaluar la continuidad de la marcha.

Una vez que toda la compañía llegó al sector antes mencionado, las condiciones climáticas mejoraron disminuyendo la densidad de la nieve, tanto en el grano como en la copiosidad de su caída, por lo que decidí continuar la marcha. La campaña marchaba a un ritmo de 3,2 kilómetros por hora, actividad que se hizo sostenida hasta mil doscientos metros pasado el sector conocido como Angostura, lugar en el cual dadas previas instrucciones radiales por parte del comandante del batallón se encontrarían 5 soldados de la Compañía de Morteros, los cuales habrían estado con hipotermia; ante lo cual me fue ordenado por mi mayor Cereceda por radio, que debía recuperarlos a toda costa.

Esta orden la recibí aproximadamente a las 13:00 horas en el sector Aguas Enterradas, el cual marca la mitad del camino. Dejo constancia que cuando recibí esta orden me llamó la atención la situación de hipotermia de los soldados, ya que mi unidad marchaba sin contratiempos y sin problemas relacionados con congelamiento o hipotermia.

A las 15:50 horas avisté a veinte metros un coligüe que marca la ruta del camino con una raqueta para la nieve de color rojo amarrada en su punta. Las condiciones climáticas del minuto habían mejorado sustancialmente, se había detenido la nevazón y la nubosidad era de cuatro octas. Me adelanté de la unidad a fin de verificar qué había en este lugar y vi una agrupación de mochilas formando una figura similar a la de un refugio del tipo foso muro. Debajo de las mochilas había una capa de nieve la cual removí con la mano y encontré un poncho impermeable, al levantarlo encontré a 6 soldados conscriptos de los cuales 2 estaban muertos y 4 en estado de hipotermia avanzada, le informé de manera radial al comandante del batallón esta situación, como asimismo, mi decisión de permanecer en el terreno con estos 4 soldados conscriptos, para lo cual entregué el mando de la marcha al teniente Cristóbal Zerené, con expresas instrucciones de dejar el equipo y material de guerra en el terreno con el objetivo de aumentar la velocidad de marcha.

A partir de ese minuto asumí el mando de la evacuación y rescate de los 4 soldados conscriptos encontrados sin el conocimiento de que más adelante existían situaciones similares”. Capitán Claudio Gutiérrez, Comandante Compañía Andina

“La Compañía Cazadores sale (el martes 17) a las 14:30 horas, y posteriormente la Compañía de Plana Mayor y Logística, sale a las 15:30 horas. El clima en que salieron, no estaba nevando y corría poco viento. Salieron en buenas condiciones. A las 17:00 horas, tomé conocimiento que los camiones habían quedado empantanados en el sector del estero El Volcán, distante unos cuatrocientos metros del refugio Los Barros, a lo cual me dirigí al lugar con el objeto de verificar esta situación. Vi que los camiones era dificultoso sacarlos ese día, y por esa razón el personal que no podía marchar y que iba en los camiones lo hice devolverse al refugio. Ignoro el motivo real del por qué quedaron estancados los camiones, pero presumo que es por la densidad de la nieve, la consistencia del suelo del estero El Volcán, y la mala conducción o poca destreza de los conductores, en todo caso la acumulación de la nieve no era de tal magnitud para impedir que los vehículos no hubieran pasado.

Hago presente que la comunicación radial con la Compañía Plana Mayor y Logística la mantuve en todo momento durante su desplazamiento, hasta las 19:00 horas, en que se me informa que en ese momento íbamos a perder comunicación puesto que la compañía iba a ingresar al sector denominado El Cajón, lugar en que el volcán Antuco hace una muralla que impide la comunicación.

En ese momento, 19:00 horas, tengo información que las compañías de cazadores y de plana mayor y logística van marchando juntas, de lo cual procedí a informar a mi teniente coronel Pineda y de la situación de los camiones que se habían quedado empantanados en el sector del estero El Volcán, como también que prontamente perdería comunicación con estas compañías, por las razones dadas anteriormente. Mi teniente coronel Pineda me informa que iba a ver la posibilidad de establecer una radio en el refugio de La Cortina, a fin de poder mantener un contacto radial permanente, y además, me señaló que iba a tomar contacto con la señora Hilda Soto, quien es la encargada de la hostería del centro de esquí que se ubica al lado de el refugio de La Cortina, a unos cien metros de éste. Esto último con el objeto de proporcionar una alimentación caliente a los soldados que terminaran la marcha. Esa fue la última comunicación que tuve con mi teniente coronel Pineda ese día.

Durante esa noche tampoco tuve contacto con el regimiento ni con las compañías que marchaban. Sí en el último contacto que tuve con las compañías, es decir con el radio-operador de la Compañía de Plana Mayor y Logística, el sargento segundo Moreno, me informaron que iban marchando juntas y sin novedad, esto fue a las 19:00 horas aproximadamente.

En relación a la hora que la Compañía de Plana Mayor y Logística y Compañía de Cazadores llegaron al refugio de La Cortina, no tuve conocimiento ya que se perdió el contacto radial, posteriormente, me enteré que fue alrededor de las 23:00 horas. Nunca tuve conocimiento que algunas de estas dos compañías haya tenido alguna dificultad durante la marcha, ya que no fui informado de ello.

El día 18 de mayo, me levanté a las 4:00 horas para despachar a la Compañía de Morteros, y luego de verificar que hayan tomado desayuno consistente en, según recuerdo, una leche con café, o café solo, más dos panes con margarina. Tienen que haber llevado algo para el camino, pero en este momento no lo recuerdo. A las 5:00 horas, les doy una pequeña arenga consistente en explicarles que la marcha no era una marcha fácil, pero que se realizaba permanentemente. Que había que tener las consideraciones de mantener la distancia y el contacto entre hombre y hombre, y no permitir que nadie se quedara atrás, y les deseo suerte en su marcha. Al capitán Olivares le ordeno que debe disponer instructores a la cabeza y a la cola de su compañía, para evitar rezagados.

Al momento de despachar a estas compañías, ni yo ni ellos teníamos ningún antecedente meteorológico o informe del tiempo, sólo lo que se veía en el lugar, y según la apreciación que hice, estimé y seguramente igual los comandantes de las compañías, estimamos que las condiciones climáticas no eran desfavorables, en términos que obligaran a ordenar suspender la marcha.

Posteriormente el capitán Olivares les da sus propias disposiciones de detalle e inicia su marcha a las 5:00 horas aproximadamente. El ranchero, suboficial Monares se inscribió voluntariamente para marchar con esta compañía, tal como pudieron hacerlo otros miembros del personal de planta, y que así lo hicieron en la práctica […].

Acto seguido, se prepara la Compañía Andina para marchar, a la cual se le da la misma arenga y las mismas indicaciones al capitán Gutiérrez. Éste sale con su compañía a las 8:30 horas. Posteriormente, como a las 9:00 horas recibo un comunicado radial de mi teniente coronel Pineda, el cual me pregunta si yo tenía contacto con las unidades que habían llegado a La Cortina, y que si las otras compañías ya habían salido, a lo que le informé que no había tenido contacto con las compañías que debían estar en La Cortina, a lo que él me agregó, que no me preocupara que los camiones ya habían salido en dirección a La Cortina. También le informé de la salida de las compañías de morteros a las 5:00 horas, y de la andina a las 8:30 horas, y le confirmo la situación de los camiones que todavía se encontraban empantanados en el sector del estero El Volcán. Le informé que iba a hacer lo posible por sacar dichos camiones, ya que hasta ese momento todavía se tenía la esperanza de poder sacarlos y de esta forma llegar al sector de La Cortina.

A las 10:00 horas aproximadamente, recibo un llamado del capitán Gutiérrez, no recuerdo si yo lo llamé o él a mí, y me informa que el paso por el estero El Volcán estaba muy complicado, en el sentido que estaba nevado, y por cuya razón no se apreciaba bien los lugares por donde transitar, lo que provocaría que la gente se podía caer al agua y entiendo además que el estero estaba casi congelado, y no llevaban raquetas, lo que habría facilitado su paso, y el capitán Gutiérrez me manifestó que en todo caso iban bien, ya que se trataba de una situación normal para el lugar, y no manifestó si alguien se había mojado, y que la salida de los camiones era imposible hacia el sector de La Cortina. En ese momento, yo ordené a la gente que permanecía en el refugio recuperar la comida que se encontraba en los camiones, material de guerra, y los días posteriores retirar los cargos de mochilas y bolsas roperas que se encontraba en dichos camiones.

A eso de las 11:30 horas, encontrándome en el lugar donde estaban atascados los camiones, llega el suboficial Cofré quien me informa que había recibido un llamado del capitán Olivares, que por lo demás fue el único llamado que hizo este oficial, quien informó que había dejado a 5 soldados en un ‘refugio de circunstancia’ en estado de hipotermia avanzada. Ante esto, me dirigí al refugio y me traté de comunicar con el capitán Olivares, lo que fue infructuoso. Cabe agregar que antes de dirigirme al sector donde se encontraban los camiones intenté comunicarme con la Compañía de Morteros lo que no fue posible. En todo caso desconozco los motivos del por qué el capitán Olivares no se comunicó antes, ya que estaba dispuesto que así lo hiciera en caso de producirse alguna anomalía.

Acto seguido me comuniqué con mi teniente coronel Pineda que estaba en el regimiento y le informé la situación, quien en su primera reacción me preguntó por qué habían dejado botados a los soldados, a lo cual le respondí que desconocía el motivo, me preguntó qué compañía iba detrás, a lo que contesté que la Compañía Andina iba detrás de la de morteros. Ahí me responde que así quedaba un poco más tranquilo.

Conjuntamente con ello, tomo la radio y me comunico con el capitán Gutiérrez, y le informo la situación que estaba sucediendo y le doy la orden expresa que por ningún motivo los soldados podían quedar en ese lugar, y que debía sacarlos de cualquier forma. Aproximadamente a las 15:00 horas, recibo el llamado del capitán Gutiérrez en que me informa que había encontrado el refugio de circunstancia y que había dos soldados fallecidos, y que estaba desenterrando al resto. Además, me informa que la situación era muy grave. Esta conversación la escucharon el capitán Covarrubias Bertoni, el suboficial mayor Tapia, el suboficial Cofré, unas soldados femeninas que se encontraban en el sector de la cocina, más el personal de planta que se encontraba en ese momento y lugar.

Yo inmediatamente llamo al regimiento, donde pido hablar con mi teniente coronel Pineda y me lo comunican de forma inmediata, estaba en el sector de la guardia, y le informo que el capitán Gutiérrez había encontrado a los soldados muertos. Yo estaba muy mal en ese minuto, estaba desesperado, e incluso lloraba. Me ordena repetir esta información, seguramente para que fuera traspasada a mi coronel Mercado.

Posteriormente, unos veinte minutos después me vuelvo a comunicar con el capitán Gutiérrez donde me informa que eran 6 los soldados, 2 muertos, 2 con hipotermia grave, y 2 con hipotermia que podían tener como resultado el salvarse […]. De ahí me empieza a comunicar cada treinta minutos aproximadamente, el deceso de cada uno de los soldados conscriptos hasta llegar al cuarto.

De ahí, aproximadamente a las 17:00 horas, me solicita que de alguna forma y no en un plazo superior a los treinta minutos, porque ya podía ser tarde, y que podría llegar una lancha, ya que estaban a aproximadamente cuatrocientos metros del lago Laja, o a lo mejor una camioneta 4×4 que probablemente él apreciaba que podría llegar hasta ese lugar desde La Cortina, y solicitar por último el pister o aplanadora de las canchas de esquí. Todo esto se comunicó a la guarnición, al teniente coronel Pizarro, quien me solicitó el nombre de los soldados fallecidos. A lo cual le contesté que solicitaría dicha información. Al respecto, sólo solté el micrófono, y un instante después, le respondí que no se sabía esa información. Esto lo hice así porque el capitán Gutiérrez estaba empleado en resucitar a la gente que estaba con hipotermia.

A las 18:00 horas aproximadamente, el capitán Gutiérrez me informa que había fallecido un quinto soldado, y que el sexto soldado estaba bien, que estaba recuperado, con ropa seca, y que se iba a quedar a alojar en ese lugar en compañía del teniente Durán y del cabo segundo Castro, y que iba a estar en condiciones de emprender la marcha hacia La Cortina, a la mañana siguiente a las 9:00 horas. Quedando de acuerdo ambos en tomar contacto radial a esa hora de la mañana. Ya a esa hora se informa a la guarnición que eran 5 los muertos, información que es recibida por un suboficial o alguien de la guardia de cuartel, no había ningún oficial. Después de eso perdimos comunicación radial con el regimiento […].

Mi apreciación es que los decesos del personal se debieron, entre otras razones, porque en la Compañía de Morteros, el personal se mojó en el paso del estero El Volcán, y ello, sumado al viento que corría en el sector del Cajón de los Vientos, les bajó la sensación térmica corporal, y si además, les puede haber caído agua nieve, se comenzaron a enfriar, esto sumado al viento blanco, produjo que la gente se congelara. En mi opinión los comandantes de compañía debieron haber suspendido la marcha y regresado al refugio, cuando se mojó el personal, más aún si estaban a corta distancia del refugio. Asimismo, estimo que el vestuario también fue un elemento que influyó en el desenlace fatal de esta situación, aunque es un problema de todo el ejército, el equipo institucional no es el adecuado para el desarrollo de estas actividades”. Mayor Patricio Cereceda, Comandante del Batallón

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